Ocampo combinó la abstracción con elementos de paisajes y naturalezas oníricas, creando un estilo único que juega con la luz, el color y las formas. Estas piezas forman parte de su período en el que se aleja de las formas figurativas para sumergirse en la abstracción geométrica, un estilo que caracteriza gran parte de su carrera. En 1972, Ocampo ya había abandonado la geometrización estricta que caracterizó su obra inicial y había adoptado una interpretación más lírica y subjetiva del paisaje, influenciada por el informalismo y los entornos naturales de Argentina.
Sus obras suelen explorar una paleta suave y evocadora, con formas que parecen emerger de la naturaleza y el sueño. Cada pintura utiliza un solo color dominante para expresar diferentes gamas de tonalidades y matices dentro de un fondo monocromático. La elección de los colores —rojo, verde y azul— no solo responde a una exploración del espectro cromático, sino que también puede interpretarse como una manera de conectar con elementos fundamentales en el arte moderno: la vibración del color y su poder evocador.
En el contexto de 1972, cuando Ocampo estaba inmerso en la transformación y experimentación con el color puro, estas obras pueden verse como una búsqueda de pureza visual. La ausencia de título en las piezas añade una capa de misterio y permite una interpretación más libre y personal por parte del espectador, dejando que la interacción con el color sea el centro de la experiencia.
Las tres obras de Ocampo, a través de su simplicidad cromática, se erigen como ejemplos representativos de su evolución hacia la abstracción pura. Cada una invita al espectador a una meditación sobre el color, la forma y la percepción, características definitorias en la práctica del artista en esta etapa de su carrera.
La obra La Cena (1990) de María Curtin es una serigrafía que captura una imagen inquietante y simbólica de la figura humana, representada únicamente por los huesos de un esqueleto. La figura aparece de perfil, con la boca abierta de manera exagerada, como si estuviera a punto de ingerir algo diminuto, similar a una aceituna o una cereza. Este gesto, que en principio podría asociarse con el acto de comer, se presenta en un contexto que invita a la reflexión sobre el deseo, el consumo y el vacío. Los colores predominantes son un verde pistacho para la figura y un fondo lila, lo que genera un contraste que resalta la forma orgánica y la posición de la figura esquelética en la obra.
La elección de un esqueleto como protagonista de la pieza puede aludir a la fragilidad humana y a la transitoriedad de la vida. Además, la simplicidad de la imagen, acompañada por la acción de introducir algo en la boca, podría interpretarse como una reflexión sobre la necesidad humana de consumir, pero también sobre lo efímero y lo inalcanzable, dado que el objeto que la figura va a ingerir parece insignificante y pequeño frente a la magnitud de la acción.
El fondo lila, suave y casi etéreo, refuerza el contraste con la figura, invitando al espectador a centrar su atención en la escena, pero también agregando una capa de simbolismo. En general, la obra transmite una sensación de desajuste entre el cuerpo, la acción y el objeto, sugiriendo una desconexión o un vacío que invita a una interpretación más profunda sobre la relación entre el ser humano y sus propios deseos.
Entre aguas y montañas: un plato que respira páramo. El aire del páramo es frío, pero lleva consigo un aroma fresco, lleno de promesas. Allí, entre la niebla que abraza las montañas, nacen raíces profundas y sabores intensos que parecen susurrar secretos del territorio. Inspirado por este paisaje y las obras de la Colección MAMBO de María Curtin, Miguel Ocampo, Diego Samper y Nijole Sivickas, Jeferson García, chef de Afluente, traza un puente entre lo que se ve y lo que se prueba, transformando el arte en un viaje sensorial que rinde homenaje al espíritu del páramo.
En este plato, cada elemento se convierte en una metáfora: el maíz evoca memorias ancestrales, mientras las hierbas frescas susurran los secretos de un paisaje que alimenta tanto al cuerpo como al espíritu.
El camarón, elemento central de esta receta, es un viajero: un intruso marítimo que se abraza con los tubérculos del altiplano, raíces que emergen de la niebla para contar historias de resistencia y adaptación. En este plato, construido con trazos de agua y tierra, Jeferson construye un diálogo entre lo local y lo foráneo y encapsula el espíritu del páramo mientras rinde homenaje a las texturas y los gestos de las obras seleccionadas. Desde los cubios hasta las hierbas frescas, los sabores dialogan con los colores y texturas que Ocampo le evocó del páramo.
La obra de María Curtin inspira una crítica al vacío de los restaurantes sin discurso, llevando a Jeferson a llenar cada elemento de narrativa y significado. En la materialidad de Nijole Sivickas encontró una guía para el emplatado: texturas crudas y tangibles que conectan al comensal con la tierra. Y en la fotografía de Diego Samper, el chef rinde homenaje a los campesinos colombianos, a quienes devuelve el protagonismo a través de ingredientes nacidos de la tierra.
Esta creación culinaria va más allá de la mera preparación de alimentos: se erige como un puente sensorial entre los trazos de Curtin, las composiciones de Ocampo, las fotografías de Samper y la materialidad de Sivickas. Es un ejercicio de traducción donde el color se convierte en sabor y la textura, en aroma. En el plato, el arte no se contempla: se prueba, se mastica, y se transforma en memoria compartida.
Diego Samper
Julia y Francisca, Calambas - Tambe.
Fotografía B/N.
48.7 x 26.2 cm / cm.
Colección MAMBO
Chef colombiano. Estudió en el SENA y lleva 14 años en la gastronomía profesional pasando por cocinas como la de Boragó, 99 y 040 en Chile,Santa Teresita en Punta del Este Uruguay Y Central en Perú. También viajó a Europa y Asia donde estuvo en cocinas con estrellas Michelín como Gaggan y GA en Tailandia; Amass, Jordnaer, Alchemistes, Kadeau y Relae en Dinamarca donde posteriormente se ganó una beca en el afamado MAD ACADEMY.
Desde el 2021 retornó a Colombia para ser el chef de ODA. Actualmente lidera Afluente, su propio proyecto como chef fundador. Afluente es un restaurante en Bogotá, Colombia que se basa en investigar los páramos y la conectividad entre el agua y la despensa de Colombia. Busca concientizar al público local e internacional acerca de la importancia de los páramos, visibilizar a los campesinos del país y ser un referente de la gastronomía en Colombia. Recientemente se incluyó entre los mejores restaurantes de América Latina, según el listado regional para 2024 de @theworlds50best.Jeferson ha consolidado de manera unánime su enfoque en la cocina de proximidad y el respeto por los ingredientes locales.
La obra Sin título (La flor) de Nijolé Sivickas es una pieza que encapsula la sensibilidad de la artista hacia la naturaleza y la forma. Realizada en cerámica, esta escultura, aunque sin un título específico, lleva la esencia de lo floral, lo orgánico y lo abstracto. A través del uso de la cerámica, Sivickas explora la versatilidad de este material tradicional, transformándolo en una forma contemporánea que juega con la textura, el volumen y el espacio.
La obra remite a la forma de una flor, pero va más allá de una representación literal. Las curvas y ondulaciones de la cerámica, junto con la interacción de la superficie rugosa y suave, crean una sensación de movimiento y fluidez, como si la flor estuviera en proceso de crecimiento o transformación. La pieza invita al espectador a una reflexión sobre los ciclos naturales, el renacer y la conexión entre el arte y la naturaleza.
Sivickas, nacida en Lituania y activa en Colombia, es conocida por su capacidad de reinterpretar elementos de la cultura latinoamericana a través de un lenguaje plástico que fusiona lo orgánico con lo abstracto. En Sin título (La flor), la cerámica no solo es un medio, sino un lenguaje que permite a la artista explorar la relación entre la naturaleza, la vida cotidiana y el arte. La obra también puede ser vista como una reflexión sobre la fragilidad y la belleza efímera de la vida, temas recurrentes en la obra de Sivickas.
La cerámica, un medio que históricamente ha tenido una fuerte conexión con las tradiciones culturales y artesanales de Colombia, en manos de Sivickas se convierte en un vehículo para explorar la estética contemporánea, mientras mantiene una conexión profunda con las raíces culturales. Esta obra forma parte de una serie de investigaciones sobre el arte tridimensional y la textura, características fundamentales en el trabajo de la artista.
La fotografía "Julia y Francisca, Calambas - Tambe" de Diego Samper es una pieza de su exploración visual en blanco y negro, que captura con sensibilidad las historias y presencias de las comunidades indígenas en Colombia. Esta pieza se inscribe dentro de su enfoque documental y etnográfico, donde busca capturar la esencia de las personas y paisajes que fotografía enfatizando la relación íntima entre las protagonistas y el entorno.
La composición se centra en Julia y Francisca, figuras que representan una conexión profunda con sus raíces culturales y geográficas. Samper, conocido por su habilidad para transmitir la riqueza de las culturas originarias, no se limita a documentar; en su fotografía, las texturas, las expresiones y el juego de luces y sombras hablan tanto de lo cotidiano como de lo simbólico. La imagen evoca tanto la intimidad de la vida cotidiana de estas mujeres como su conexión ancestral con su tierra y cultura.
El título, que menciona las regiones de Calambas y Tambe, sitúa la escena en el corazón del territorio indígena del Cauca, una zona marcada por paisajes montañosos y una gran diversidad cultural. Julia y Francisca son probablemente mujeres pertenecientes a la comunidad indígena Calambás o de la región Tambe, ubicada en los departamentos del Cauca y Nariño, zonas donde Samper ha trabajado extensamente documentando la vida de los pueblos indígenas del suroccidente colombiano. Las comunidades indígenas en estas áreas mantienen una fuerte relación con la tierra, sus tradiciones, y su espiritualidad, temas recurrentes en el trabajo de Samper. Samper es conocido por su sensibilidad para captar el carácter de sus sujetos, respetando su dignidad y tradiciones, mientras las contextualiza dentro del paisaje cultural más amplio de Colombia. Este contexto geográfico añade profundidad al retrato.
El enfoque en blanco y negro refuerza los contrastes, haciendo que los detalles —desde los tejidos de la ropa hasta las líneas del rostro— se conviertan en narradores de historias silenciosas. La fotografía de Samper, lejos de ser una imagen estática, invita a una reflexión sobre la coexistencia entre tradición y cambio, entre el individuo y su entorno.
La obra Diego Samper posee un enfoque documental con un compromiso social, siendo un puente visual que conecta al espectador con las realidades de las comunidades indígenas y afrocolombianas, promoviendo una mayor conciencia y aprecio por sus formas de vida y cosmovisiones.
RECETA
EMPLATADO
CAMARON 60
SALSA DE PLATANO Y TUCUPI 30
MANTEQUILLA 5
ZAPALLO TATEMADO 15
CHUGUAS 40
ESPUMA ZAPALLO 10
CARAMBOLO EN LIMON 10
VINAGRE PERA 0.5
SU RECETAS
PURÉ DE PLATANO
Plátano maduro 900
Panela molida 100
SALSA PLATANO MADURO
Puré de plátano 150
Crema de leche 100
Vinagre manzana 5
Leche entera 70
Tucupi 15
ESPUMA ZAPALLO
Zapallo 285
Leche entera 250
Crema de leche 50
Miel 20
Clara de huevo 59
CARAMBOLO EN LIMÓN
Carambolo 100
Zumo de limón 110