¿Cómo se traduce una pincelada a un sorbo? Este ejercicio se mueve en la frontera entre lo visual y lo gustativo, un terreno donde el arte se observa y también se degusta. Con la sommelier Laura Hernández, el acto de beber se convierte en un ensayo experimental: interpretar el color como sabor, el gesto como textura, la intención como aroma. En "Convergencia", el arte de tres obras de la Colección MAMBO de Alberto Sierra, Beatriz González y Stephanie Quirola se convierte en un cóctel transformador.
Cada obra elegida plantea una pregunta en forma líquida. No se trata de imitar, sino de responder: ¿qué pasa cuando un bodegón se convierte en fermento? ¿O cuando un paisaje sereno toma el filo de un destilado ahumado? El coctel no es solo una bebida; es un espacio de resonancia, donde los sentidos se cruzan, se amplifican y las imágenes encuentran nuevas formas de existir.
En la obra de Beatriz González, que es una reinterpretación de “El Ángelus según Millet”, un clásico europeo, la artista reformula en clave colombiana, resaltando la conexión con su cultura. Del mismo modo, Laura revaloriza las tradiciones cocteleras norteamericanas y británicas, integrándolas con ingredientes y técnicas locales, otorgándoles una identidad profundamente colombiana.
De Alberto Sierra toma la figura de la vaca como símbolo del campo colombiano, incorporándola en el cóctel mediante la técnica del milk punch. Las flores que adornan su creación son más que ornamento: representan la belleza del campo, pero también llaman la atención sobre las duras condiciones laborales de los campesinos, en un gesto de crítica y homenaje.
La obra de Stephanie Quirola le inspira una reinterpretación de la naturaleza muerta, utilizando frutas frecuentemente ignoradas o desechadas, como el tomate de árbol. A través de la fermentación, Laura transforma estos elementos en sabores complejos, otorgándoles un nuevo valor y una narrativa que resalta la belleza en lo que suele ser invisible.
En “Convergencia”, el cóctel no es solo una bebida; es un espacio de resonancia sensorial. Cada sorbo amplifica las texturas, colores y gestos de las obras, transformándolos en aromas y sabores. Aquí, el arte no se contempla: se bebe, se transforma y encuentra nuevas formas de existir en el paladar y la memoria.
Esta obra, cuyo título traduce a Naturaleza muerta con Glade®, es un comentario sobre la artificialidad en la tradición pictórica. La artista extrae el motivo de la naturaleza muerta, tema recurrente en la pintura como símbolo de abundancia y frescura, y lo traduce a una pila de frutas reales que se descompone. Oculto a la vista se encuentra un ambientador Glade® que lucha por anular la realidad de la escena y preservar el artificio de la contemplación (MAMBO)
Still Life with Glade® entra en tus fosas nasales sin ser invitado en cuanto entras en la habitación. Los exóticos olores artificiales de los ambientadores Glade juegan al escondite con el visitante. El olor yace dentro de las frutas ahuecadas que componen el bodegón. Quirola explora a menudo cómo objetos comunes, a menudo ignorados, de la cultura de consumo pueden enmarcarse en formas que desafían nuestra percepción del arte. Al incluir productos de marca como Glade® en una composición de naturaleza muerta, plantea cuestiones sobre la mercantilización, la estética y el impacto oculto del consumismo en nuestro entorno cotidiano. Esta instalación se inscribe en una narrativa más amplia de la obra de Quirola, en la que juega con los límites del arte visual para cuestionar cuestiones sociales de mayor calado.
Beatriz González
Naturaleza sui generis
Esmalte sobre metal
106 x 126 x 14 cm / cm
1972
Colección MAMBO
Es sumiller y socia del restaurante LEO en Bogotá, un lugar reconocido por su enfoque en la bioculturalidad colombiana y galardonado entre los 50 Mejores Restaurantes del Mundo. Recientemente ha sido reconocida como la mejor sommelier de Latinoamérica 2024.
La propuesta de bebidas de LEO destaca por su creatividad, maridando fermentaciones tradicionales con destilados propios inspirados en los ecosistemas colombianos. También es la Directora de Bebidas de La Sala de Laura, un bar de cócteles innovador incluido en la lista de los 50 Mejores Bares del Mundo.
Apasionada por la sostenibilidad, preside FUNLEO, una fundación que utiliza la gastronomía como motor de desarrollo social.
Con una Maestría en Estudios del Desarrollo, trabaja activamente en iniciativas de seguridad alimentaria y patrimonio cultural, colaborando con organizaciones internacionales y comunidades locales.
Durante la década del setenta Beatriz González volvió a sentar un precedente en la historia del arte colombiano al introducir nuevos materiales para realizar sus obra: muebles y telones. Los temas desarrollados en su pintura comenzaron a tornarse cada vez más hacia la realidad política colombiana. En toda su obra, Beatriz González alude no sólo a una manera de ser, a una idiosincrasia peculiar, sino también al gusto de la gente, que la artista trata como socióloga, aunque sin dejar de incluir una dosis de ironía y siempre relacionadas con el país y lo colombiano. "Beatriz González ha trabajado numerosas versiones de obras de grandes maestros. Desde La encajera de Vermeer hasta el Guernica de Pablo Picasso, titulado Mural para fábrica socialista. La artista ha hecho variaciones de Leonardo da Vinci, Rafael, Sandro Botticelli, Jean-AugustDominique Ingres, Jean-Francois Millet, Paul Cézanne, Paul Gauguin, Edgar Degas, Pierre-August Renoir, Georges Braque, entre otros. Dos razones han llevado a Beatriz González a trabajar con obras famosas de la historia de la pintura: su inhabilidad para componer y su admiración por las obras artísticas. La pintora confiesa tener una visión prejuiciada de la historia del arte. Así, por ejemplo, de unos toalleros en forma de concha, surgió la imagen de la obra de Botricelli El nacimiento de Venus; de una lámina de madeflex estriado, un bodegón de Braque; de un peinador con espejo circular un tondo de Rafael." (Banco de la República). Este trabajo a partir de la reelaboración de imágenes, que incluso fue señalado como un acto de copia por el historiador Arturo Abella, es considerado en la actualidad como una forma de apropiación visual para la producción de un trabajo nuevo y auténtico Parte de esta originalidad estriba en que González se relacionó inicialmente con estas grandes piezas de arte de manera indirecta, a través de las reproducciones encontradas en postales, enciclopedias y libros de arte de difícil acceso para la época, lo que la llevó a afirmar que Colombia tenía negada la relación con la cultura por su condición de subdesarrollo. la artista incursionó en medios como la serigrafía, la heliografía y la pintura sobre muebles y objetos, haciendo de la imperfección una intención. Esta obra es una reinterpretación de "l'Ángelus" (1859) de Millet. La obra representa a dos campesinos en un campo, deteniéndose para rezar el Angelus al atardecer, simbolizando un momento de reflexión y espiritualidad en medio de su labor. representación de la vida rural. la intención de Millet era evocar un sentido de comunidad y devoción entre la clase trabajadora. Salvador Dalí también reinterpretó la obra.
Con respecto al ambiente en el que se encontraba Alberto Sierra en los 80s es relevante mencionar estos fragmentos de su entrevista con María Wills:
Exhibieron un innombrable que pintó toros, por que además se usaba mucho hacer impresiones de toros cuando había temporada taurina. Hizo una impresión de toros y pidió a todos los invitados para que fueran vestidos de toreros o de manolas. Entonces eran unos tipos bregando a acomodarse en unos vestidos de luz. Unas mafiosas con unas bolas doradas por todas partes. Decir que hasta yo hice una exposición de una niña que hacía unos toros de Lidia. Era de apellido como Llano. Estuvo en uno de los Rabinovich y en un Atenas. Puse 5 toros en la exposición de la playa, como embistiendo y Juan Camilo Uribe fue vestido de torero, y fue quien hizo nuestra versión de la fiesta.
Mis planes eran mostrar el nuevo arte. Pero con la mafia estos avances entraron en una época como de recesión. Mi afirmación de esos once Antioqueños, fue afirmación de esos once dentro de un círculo muy cerrado pero más círculo cerrado fue el de la mafia. Por ese entonces hubo los salones Delima en la Galería y allí mostré a Caballero, González y ya la galería como era un poco más reconocida los señores mafiosos compraban obra de estos artistas. Compraban pintura.
Es difícil encontrar información sobre la trayectoria de Sierra en la creación artística, pero este fragmento nos puede servir para entender que el contexto que él vivió en Medellín en los años 80s era dominado por la violencia que imponía la mafia del narcotráfico. Además de esto era imposible evitar a estos grupos, ya que buscaban involucrarse en el mundo del arte para ser aceptados socialmente, y lo hacían mediante la financiación de artistas, instituciones y museos. Los símbolos de la cultura de la mafia impregnaron en muchas formas la cotidianidad de los habitantes de Medellín, entre estos (como lo menciona Sierra en la entrevista) estaba el símbolo de los toros. Esto nos puede dar una idea de un referente cultural que Sierra asociaba con los toros y puede ser relevante para entender su obra de serigrafía de una cabeza de vaca en tonos verdes.