En una madrugada bogotana en el barrio de Suba Bilbao, me encuentro en mi estudio, en casa de mis padres, rodeado de viejas fotografías y hojas dobladas con visos amarillos por el tiempo. Solo tengo un montón de notas que he ido recopilando durante unos veinte años: registros, documentos y algunas imágenes entre mapas, fotos de lugares y bocetos que reflejan las historias de mis abuelos. Esas historias siempre han sido un misterio para mí, una mezcla de leyendas familiares y hechos históricos que nunca me atreví a descifrar completamente. Hoy, en medio del aislamiento, he comenzado a escribir.

Suba, en ese entonces, era un municipio, y el lugar donde ahora está nuestra casa era una finca junto al río Bogotá, loteada a inicios de la década de los noventa. Para muchas familias, esto significó un nuevo comienzo; para nosotros, fue alejarnos de las familias, para mí una forma de reconstruir mi infancia. El sentido de empezar a construir ésta que sería la casa de mis padres. Aquí vi cómo no solo se construía una casa, sino cómo poco a poco surgía un barrio, cómo llegaban más familias y cómo las dinámicas del lugar evolucionaban con el paso del tiempo.

Las historias de salir a caminar por barrios aledaños durante horas para vender productos en tiendas o de abrir un local para vender esas cosas que se saben hacer. Estas fueron mis prácticas e historias con las que crecí, las que compartí y vivencié con mis padres y abuelos. Era recurrente el instalarse en un nuevo espacio con todos los cambios que ello implica. Estos relatos, entrelazados con los míos, forman parte del tejido de este lugar, del barrio y de mi vida.

La narrativa como forma de no perder la memoria, Raíces entrelazadas

María Elvira de Málaga, Santander

Mi abuela materna, María Elvira, nació en 1918 en Málaga, Santander. A los ocho años quedó huérfana de padre y su madre decidió enviarla a Medellín a trabajar con una familia en busca de un futuro mejor. En 1926, el viaje fue arduo y lleno de incertidumbres, pero María Elvira creció aprendiendo a enfrentar la adversidad con fortaleza. Medellín se convirtió en su nuevo hogar, pero nunca olvidó las historias de su padre, historias sobre las montañas y los campos de tabaco de Málaga. Ella, mi abuela fue conservadora. Luego, en 1935, su hermano Epimaco viajó durante días a caballo para llevarla de nuevo a Málaga por motivo de la muerte de su madre. De ahí, vivió en Málaga y trabajó en la Colombiana de Tabaco.

Las raíces de mi historia comienzan con mis cuatro abuelos: María Elvira de Málaga, Santander; Luis Martín de Susacón, Boyacá; Vitalia de Samacá, Boyacá; y Juan Alejo de Puente Nacional, Santander. Sus vidas estuvieron marcadas por condiciones micropolíticas concretas, que no solo determinaron sus desplazamientos, sino también sus prácticas cotidianas.

Desde este barrio escribo. Llegamos aquí en los 90, y este lugar me recuerda el tránsito que he vivido desde que nací. La idea de ir de un lugar a otro, de cambiar de casa, ha sido recurrente para mí. Nací en la casa que construyeron mis abuelos maternos en Kennedy. Viví allí un tiempo solo con mi abuela Elvira, luego pasé otra temporada con mis padres en la casa que construyeron mis abuelos paternos en San Cristóbal Sur. Allí, mis padres añadieron un piso extra, pero eventualmente regresamos a Kennedy, y de allí nos trasladamos a Cota. Finalmente, volvimos a mudarnos a las casas de mis abuelos hasta llegar a este barrio en el que ahora escribo.

Este entorno ha sido una de las herramientas de creación más complejas, pues no solo interviene mi historia, sino la de muchos otros. Historias y relatos de quienes salen entre semana a trabajar desde temprano, desde antes que salga el sol, hasta regresar a altas horas de la noche, o de quienes pagan arriendo cerca del lugar donde están construyendo sus propias casas. Los de recibir a los hijos de los vecinos que no tienen acceso a libros y materiales para ayudarles a hacer sus trabajos escolares. 

Allí conoció y se casó en 1945 con mi abuelo Luis Martín. Huyeron una noche en un tiempo en que estaban matando a los liberales en Málaga, un tiempo cuando se organizaron las guerrillas liberales en varios sectores del país, mi abuela como conservadora no puede proteger más a mi abuelo y a sus hermanos liberales. Escapa, huye con mi abuelo y su primer hijo de 3 años, el hermano mayor de mi madre quien había nacido en un pueblo cercano, en Enciso. Huyen en 1949 pasando por Capitanejo, Susacón y finalmente llegan a Bogotá al sector de lo que hoy es Puente Aranda sector que acogió a las familias migrantes desplazadas que llegaron durante estas fechas a Bogotá. Los hermanos mayores de abuela migraron en ese tiempo hacia Venezuela.