Comentario sobre las producciones artísticas de dos artistas argentinas contemporáneas: Mariela Yeregui y Marina de Caro.
2020
“Se trata a la serpiente como si fuera un iniciado en el culto de los misterios, sumergiéndola forzosamente en una especie de agua bendita que contiene todo tipo de hierbas medicinales. A continuación, es arrojada sobre un dibujo de arena que esta delineado en el centro del kiwa y que muestra a las cuatro serpientes de la tormenta, y en el centro un cuadrúpedo. En otro kiwa, un segundo dibujo de arena representa un cumulo de nubes del cual emergen cuatro rayos en forma de serpientes de diversos colores, que corresponden a los cuatro puntos cardinales. Arrojada violentamente sobre la primera pintura de arena, la serpiente acaba destruyéndola al mezclarse con la propia arena”. “(…) Las serpientes… son las mediadoras solicitantes y provocadoras de la lluvia. Son, entonces, como santos de la lluvia vivientes y zoomórficos. Las serpientes -en su gran mayoría verdaderas serpientes de cascabel a las que… no se les quitan los colmillos venenosos- permanecen guardadas en el kiwa hasta el último día de la ceremonia, en el que son trasladadas a un arbusto que está delimitado por un círculo trazado en el suelo.
“La ceremonia culmina de esta forma: los indios se acercan a dicho arbusto, agarran a la serpiente viva, la acarician durante un rato y luego la envían a la llanura como mensajera de sus plegarias” Warburg, A. El ritual de la serpiente, pág. 46-47, ed. Sexto Piso, México, 2004.
1 Proponemos una lectura a partir de la obra de Aby Warburg en su relato sobre la magia y la imaginación. Ambos, magia e imaginación como modos de existencia de un hombre que vivía a la intemperie y cuyo cuerpo es piel y agua. Cuerpo que puede herirse y al mismo tiempo inventar entre las fuerzas un diálogo con la naturaleza mediante los símbolos, las abstracciones y el diseño.
Abby Warburg (1866-1929) desarrolló un método para el estudio de las artes visuales aplicando las teorías de Nietzsche y de Freud sobre las emociones humanas, el inconsciente y la supervivencia de imágenes arquetípicas que atraviesan las culturas y las cronologías. Su teoría se oponía a la clásica historia del arte como evolución de las formas y los estilos, ya que estos solo reflejan aspectos superficiales de las actividades humanas. En un nivel más profundo, el arte muestra que su lógica no es histórica ni evolutiva, sino que responde a obsesiones que se alojan en el inconsciente humano y que persisten a través de los tiempos y las geografías. De ese modo, aparecen los mismos símbolos en las culturas arcaicas (como los indios Pueblo, del sur de los Estados Unidos) en las obras del Renacimiento italiano y en las producciones visuales de las sociedades contemporáneas, a través de imaginarios presentes en diarios, revistas, películas o creaciones VR. El arte es manifestación de fuerzas emocionales transpersonales y trans-historicas, inconscientes, que reflejan la relación del ser humano ante las fuerzas naturales, externas o internas. De hecho, la negación de una distinción entre interioridad y exterioridad o entre naturaleza y cultura, está presente en su obra. Es famoso en este contexto su estudio sobre el ritual de la serpiente en la cultura de los referidos indios Pueblo, a los que Warburg visito personalmente en un viaje de trabajo de campo en 1895 y cuyos resultados publico varias décadas después. Este trabajo asume las sendas trazadas por Aby Warburg y propone una investigación del arte argentino entre los años 1970 y 2000, donde el trasfondo social y político se remite a las figuras arquetípicas de la serpiente y el rayo, pero entretejidas por las poéticas de la robótica, lo post-humano y los problemas materiales y simbólicos propios de la contemporaneidad: los limites de lo humano, la violencia política y epistemológica, las configuraciones en torno a la clase social, el género, la etnicidad y la interculturalidad.
En la coexistencia entre los seres humanos (cuya definición es cada día más difícil) y el resto de los seres del universo, todo es diálogo y re-lación. Tanto en el sentido de existencia compartida como en el de relato o puesta en obra de esa relacionalidad ontológica. Al mismo tiempo, la vivencia primigenia del mundo mágico aparece como respuesta a la violencia desde la que se instala el poder. El poder en las herramientas, en las guerras, en las armas, da cuenta de un intermundo entre espacios de sentido enfrentados; su reacción a lo creado como repuesta a la función.
Desde el encuentro con el fuego, la humanidad responde en un laboratorio de necesidades y aparatos tecnológicos. La magia es así una tecnología responsiva que se proyecta sobre la herramienta, del objeto mágico, la abstracción y el signo del lenguaje.
Según Warburg, los indios Pueblo crearon un mundo mágico donde las máscaras de los animales y otros utensilios como escobas y muñecas, operaron como mediadores de los demonios invocados por medio de abstracciones que permitían encausar la naturaleza vivida en tanto poder.
La serpiente es figura que recompone el todo, como un elemento vivo, guardián del límite del mundo, signo de poder y emocional objeto de culto, operador mágico de la transferencia de los animales y su fuerza hacia las personas humanas. Participa del ritual mediante transes y danzas que permitían encarnar la fuerza y crear cultura y donar el suficiente resguardo de la continuidad. Proceso de crecimiento renovado en todo el cosmos, que es a su vez sentido como interlocutor del cuerpo.
Practico Kundalini, serpiente emplumada, desde muy pequeña; es la experiencia de mirar el centro en silencio y abrir los canales centrales, apertura hacia la creatividad que ayuda a la experiencia de Warburg respecto de la comprensión de la obra de otros artistas en estado vivo del símbolo. Ahora lo comparto con mi colega Martin Bolaños. Lo que quiero afirmar como experiencia es un pasaje telepático y de traspasamiento en la apertura de los canales físicos que unen el aparato psíquico con los 240.000 nadys centros que interrelacionan la energía cósmica.
Lo simbólico es parte de un despertar que conduce a crear realidades ampliadas y de fuerzas en la naturaleza e inconsciente aumentando la comprensión de la vida.
Por tanto, no vemos limitante el alejamiento de la vida ritual aborigen sino más bien vivimos con la simbología dormida en nuevos relatos evolucionados de la tecnología. Pensar en arte es pensar entre capas despiertas en esas pieles dormidas de la serpiente. Arte y cosmos: herramientas que son parte de crear resguardo a los procesos de propagarnos como síntesis y herencia. Espectralidad que sobrevive vagando a través de los tiempos y las geografías, modelando la experiencia humana en su fase temporal, redibujando cronologías a través de las eras. Así se pliegan las eras arcaicas sobre las contemporaneidades tecnológicas, tanto en aquellas practicas primitivas de poder como en las actuales ansiedades de futuros domesticados, en las serpientes y en los robots. (Sobre) venimos de una impronta emocional ante la naturaleza-poder, donde la imagen opera una síntesis que la anima.
Entre plumas de aves, serpientes, pieles y escaleras crearon los humanos su casa-universo. Posibilidades de poéticas y abstracción aparecen como parte de un proceso en la caja negra del ensueño donde opera otro nivel misterioso de sustitución entre lo real y creado. Una hibridación que retorna en los inventos de Mariela Yeregui que dialogan entre pasado, metáfora y futuro. Robots que animan pequeños dramas ficcionales pero que su materia animada e independiente es creada desde cero, como un cerebro.
Luego citaré ejemplos como modos de sustanciar los elementos de la hibridación a los que alude Warburg en su explicación de coexistencia entre la lógica, con su causalidad, y la mágia, como salto.
La obra metafórica de Mariela alude a lo salvaje, ocupando el lugar de los indios Pueblo de Warburg, allí donde en su lugar aparece el robot; mueve un lugar de lo lógico que es parte de la mirada de los Pueblo en su interconexión simbólica. La posmodernidad, dice Rodrigo Alonso, genera una hibridez y de allí yo vuelvo al concepto de matriz y de fusión y a la desacralización -o bien la apertura- entre lo mecánico como demonio y lo orgánico como parlante, ya que la tecnología también ha creado sensibilidad autónoma, el atma que es parte de algo que supera a todo y lo enlute en la serpentina onda interna del magma negro activo.
!Mariela Yeregui. Octópodos sisíficos, 2010. Desarrollo robótico: Miguel Grassi GAE - Grupo de Artes Electrónicas UNTREF (Cipriano González, Mariana Pierantoni, Ernesto Romeo, Alejandro Schianchi, Marcelo Terreni, Santiago Villa) Octópodos sisíficos es una obra constituida por doce seres robóticos móviles, provistos de pequeñas pantallas de LCD. Los videos reproducidos en las pantallas de estos crustáceos remiten a una interioridad visceral: imágenes de órganos humanos funcionando bombeando, latiendo, etc. Como Sísifo empujando una piedra enorme cuesta arriba oír una ladera empinada y empezando de nuevo cada vez que cae estos robots acarrean irremediablemente su propio ser en video. Como dice Camus a propósito de Sísifo: “Hace del destino un asunto humano, que debe ser arreglado entre los hombres”. Es en la puesta en relación dinámica con el entorno que los robots van construyendo su propia identidad. Fueron creados para transportar las imágenes con rumbo errático. Carecen de mecanismos de auto posicionamiento o de navegación, de modo que sólo tienen una referencia de cuánto han avanzado en uno u otro sentido, pero no de la posición definitiva que ocupan en el espacio. Cada robot se encuentra sujeto a la pared mediante una extensión de caño tubular flexible de metal corrugado. […] Texto de Mariela Yeregui y Miguel Grassi Publicado en Taxonomías. De formatos de pantalla en la era digital, 2012
Sin los indios Pueblo quizás no pegaríamos el salto en vínculos interactivos, ya que cuerpo y obra fueron más allá, hacia un invento que es objeto de poder porque no crea un correlato lineal: literalmente un salto. La obra de Mariela es creada entre tiempos e hibrideces, textos y robots que crean desde la nada con los básico energizando la historia y cuestionándola. En la pieza Octópodos Sisificos (2010), como en el ritual de la serpiente, el arte recuerda e invoca la incertidumbre de lo extraño en la provocación de lo monstruoso y el devenir de un objeto animado que nos puede pensar. En este caso la hibridez nos hace dialogar con el mundo directo de la mecánica, del artefacto digital proponiendo un recorrido no lineal en la búsqueda del paisaje. Mariela no corta el flujo de la serpiente, lo propone enfrentando los mismos problemas -el otro monstruoso, el textil viralizado de repeticiones en la decapitación de un líder africano- repite un sello del dolor en la ornamentación ritual, y es parte de crear movimiento y memoria en redes que viajan con nuestros intestinos de bits. El símbolo del pasado articulado en tecno-rituales de dramas estéticos, la obra es la memoria de las obras y de los primeros artistas los chamanes que inventaron abstracciones y leyeron su contexto en objetos decodificados, la casa universo, la escalera, la forma de salir de lo monstruoso, en este caso el retorno a hacernos sentir. Casa Universo, la verdadera contemplación del cielo una bendición y una maldición de la humanidad, porque el cuerpo es mediación dentro de estos abismos. Frente a la catástrofe, media la piel como órgano desplazado para viajar; lo asombroso de la cultura Pueblo es que ha creado perfectas abstracciones que nacen como acto de magia por el centro de una galera. Frente al tiempo y las culturas no puedo decir que el rito de la serpiente ha muerto; al contrario, creo que los símbolos y los ritos viven a través del tiempo de forma latente en sincronía dentro de uno mismo, marcando certezas y estados de claridad. La cultura occidental había dividido la relación fuerza, erotismo y toma de poder a partir de una moral que separa sacrificio, causalidad y reacción en el vínculo de conocimiento. Etapas oscuras de occidente donde la representación no se encarna y no es libre. El tema es la consciencia y el poder de la conjunción visual en presencia. Después de las investigaciones de Warburg y de los trabajos de Jung, podemos asentar que lo que dijo Ana Mendieta vive y sobrevive más allá de los cordones energéticos creados por el hombre por redes y teléfonos celulares: "Mi arte se basa en la creencia de una energía universal que lo atraviesa todo: del insecto al hombre, del hombre al espectro, del espectro a la planta de la planta a la galaxia".2
Hace años realizo un camino de conexión con fuerzas cósmicas internas: relación íntima de la mente y la materia que se vive como presencia energética. La serpiente aparece en sueños como símbolo (sueño con picaduras) o bien en la realidad en encuentros reales en la naturaleza. Para un artista las serpientes, como otros animales de poder, ocultan comprensiones sin relato, improntas. Toda esta cultura creó arte y abstracción hasta el punto del signo, y eso los llenó de poder y conocimiento en el juego inevitable de reflexionar sobre lo actuado. Aunque Warburg cree que el símbolo ha desaparecido bajo el control de las fuerzas naturales del rayo y de la tormenta, es cierto que las fuerzas aun habitan en todas partes. Existe una ilusión que consiste en pensar que las cosas se ausentan solo porque no las vemos. En este momento planetario, lo multiuniversal se manifiesta en todas las escalas. Desde los agujeros negros hasta la diversidad de género, o en la relación matriarcal de permanente fusión y gestación de partes distintas en otras partes, sin miedo a perderse. El filósofo contemporáneo Tymothy Morton lo expresa de este modo en su libro Humanidad (2019): “Los mundos son perforados y permeables, y por eso podemos compartirlos. Las entidades no se comportan exactamente como el que les da acceso quiere que se comporten, ya que ningún modo de acceso las contraerá por completo. Entonces, los mundos tienen que estar llenos de agujeros. Los mundos funcionan intrinsecamente mal. Todos los mundos son “pobres”, no sólo los de formas vivientes sensibles y no-humanas (“animales” como los llama Heidegger). Esto significa que los mundos humanos no son diferentes en valor de los no-humanos. También significa que las formas vivientes no-humanas y no-sensibles (hasta donde sabemos) y las no-vivientes (y por ende las partes no-sensibles y no-vivientes de los humanos) también tienen mundos”.
Hibrideses, hijos, mutaciones, el poder de los indios Pueblo fue enfrentar el terror y ahora lo hacemos de vuelta en la experiencia el cuerpo o bien en un viaje consciente sin miedo, en la conciencia del cohabitar en distintos formatos. La red de internet, la ciencia y el mundo vegetal, la humildad frente al temblor del rayo y las fuerzas de la naturaleza, no deja a la serpiente separada, más bien la incluye conociendo otros estados. El límite del cuerpo no está en el cuerpo y la serpiente ondula dentro de él. El occidente cristiano mató un nivel de arte y nos llenó de ciencia, de temor y fraccionamiento, y la intermediación en estancos oscuros de la preservación de la idea de pureza y no sacrificio, es cierto que los límites de un chamán son a veces sacrificar seres humanos vestir sus pieles, vestir una piel sin límite es parte de la indumentaria, y no hay bien ni mal más bien encarnar el poder de la fuerza animal sagrado. Marina De Caro alude directamente al traje ritual y centrado en la idea de los Selknam. Viaja recorriendo su plasticidad hacia el objeto contemporáneo se mueve en el dibujo en una línea de tiempo la acuarela el desborde y su traspasamiento hacia la forma, en esa confusión de medios el agua, los animales y los humanos alquímicos deforman la realidad para bendecirla en la representación que encarna la magia y la transformación de toda una piel recubriendo su animalidad y transformación. Estas deformaciones en el contorno corporal los vuelven verdaderos procesos de gestación universal. La casa universo encarna aquí una vestimenta mediadora, así como la serpiente es usada y representada en verdaderos signos abstractos y evolucionados, desde los aborígenes hasta un episodio contemporáneo. Si bien la obra de Marina transitó por la moda y los muebles, estos episodios pueden ser parte de adaptaciones temporales del rito. Encarnan la fuerza de lo codificado simbólicamente en una función ritual. O quizás, en menor medida, en los trajes tejidos para alinearse con la naturaleza, el poder de los indios Pueblo se (re)crea en la lectura de los objetos diseñados para tomar poder de los elementos naturales y controlar su providencia. La deformación del traje iniciático en cabezas y estiramientos es esa memoria corporal que en Marina hace presente la presencia de la serpiente no representada, pero si insinuada como ya dijimos en memorias humanas. Obras de Marina De Caro - Museo de arte Moderno
En el caso de Mariela las herramientas de los indios Pueblo o las tecnologías corporales de los Selknam avanzaron tanto que crearon una abstracción al punto de superar la entidad robótica que nos piensa en la contemporaneidad. En ambos casos las herramientas son parte de una forma de escritura de encontrar la obra como parte de la relación de encontrar la forma y el mundo. La búsqueda de lo otro y lo extraño, todo lo que nos mueve el traje el rito es parte de la contemporaneidad y es parte de eso que representa un movimiento interno la sabiduría. La magia nos llevó a la alquimia y la ciencia y entender que atravesamos limites que vuelven a buscarnos en sueños, no podemos olvidar algo que se ha hecho sustrato de memoria. La serpiente seguirá moviéndose en su Adn universal y volviendo a tocar nuestra puerta. Como herederos de la tierra debemos entender que en su aparición la serpiente es un elemento significativo de cambio y transformación donde el poder interpela la vida y la pone en un borde. Ambas artistas así lo hacen con sus producciones en bordes alquímicos dejando marcas en la piel del reptil.